ECLESTIASTÉS
O EL PREDICADOR
Todo es vanidad
ECLESTIASTÉS 1
1 Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
2 Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es
vanidad. 3 ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana
debajo del sol? 4 Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre
permanece. 5 Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de
donde se levanta. 6 El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de
continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. 7 Los ríos todos van al mar,
y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para
correr de nuevo. 8 Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede
expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. 9 ¿Qué es lo que fue?
Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada
hay nuevo debajo del sol. 10 ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es
nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. 11 No hay memoria de lo que
precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
La experiencia del Predicador
12 Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén. 13 Y di mi corazón a
inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo;
este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en
él. 14 Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es
vanidad y aflicción de espíritu. 15 Lo torcido no se puede enderezar, y lo
incompleto no puede contarse.
16 Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido
en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón
ha percibido mucha sabiduría y ciencia. 17 Y dediqué mi corazón a conocer la
sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto
era aflicción de espíritu. 18 Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y
quien añade ciencia, añade dolor.
ECLESTIASTÉS 2
1 Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes.
Mas he aquí esto también era vanidad. 2 A la risa dije: Enloqueces; y al placer:
¿De qué sirve esto? 3 Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que
anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál
fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del
cielo todos los días de su vida. 4 Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas,
planté para mí viñas; 5 me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de
todo fruto. 6 Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde
crecían los árboles. 7 Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa;
también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron
antes de mí en Jerusalén. 8 Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados
de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los
hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.
9 Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en
Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría. 10 No negué a mis ojos
ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi
corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. 11 Miré
yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para
hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho
debajo del sol. 12 Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los
desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del
rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho. 13 Y he visto que la sabiduría
sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas. 14 El sabio tiene sus ojos
en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un
mismo suceso acontecerá al uno como al otro. 15 Entonces dije yo en mi corazón:
Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado
hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era
vanidad. 16 Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en
los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el
necio. 17 Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del
sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
18 Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual
tendré que dejar a otro que vendrá después de mí. 19 Y ¿quién sabe si será sabio
o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que
ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad. 20 Volvió, por
tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y
en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría. 21 ¡Que el hombre trabaje con
sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre
que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande. 22 Porque ¿qué
tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se
afana debajo del sol? 23 Porque todos sus días no son sino dolores, y sus
trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.
24 No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se
alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios. 25 Porque
¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo? 26 Porque al hombre que le
agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de
recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y
aflicción de espíritu.
Todo tiene su tiempo
ECLESTIASTÉS 3
1 Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
2 Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo
plantado; 3 tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de
edificar; 4 tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y tiempo de
bailar; 5 tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de
abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; 6 tiempo de buscar, y tiempo de
perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 7 tiempo de romper, y tiempo de
coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; 8 tiempo de amar, y tiempo de
aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. 9 ¿Qué provecho tiene el que
trabaja, de aquello en que se afana?
10 Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que
se ocupen en él. 11 Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en
el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho
Dios desde el principio hasta el fin. 12 Yo he conocido que no hay para ellos
cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; 13 y también que es don de
Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. 14 He
entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá,
ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los
hombres. 15 Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura
lo que pasó.
Injusticias de la vida
16 Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí impiedad; y en lugar de la
justicia, allí iniquidad. 17 Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío
juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo
lo que se hace. 18 Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los
hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son
semejantes a las bestias. 19 Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y
lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así
mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre
que la bestia; porque todo es vanidad. 20 Todo va a un mismo lugar; todo es
hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. 21 ¿Quién sabe que el espíritu
de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende
abajo a la tierra? 22 Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre
que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará
para que vea lo que ha de ser después de él?
ECLESTIASTÉS 4
1 Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las
lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en
la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador. 2 Y alabé yo a los
finados, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que viven todavía. 3
Y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha visto las
malas obras que debajo del sol se hacen.
4 He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la
envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de
espíritu.
5 El necio cruza sus manos y come su misma carne.
6 Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y
aflicción de espíritu.
7 Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol. 8 Está un hombre solo y sin
sucesor, que no tiene hijo ni hermano; pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos
se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi
alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.
9 Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. 10 Porque si
cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere,
no habrá segundo que lo levante. 11 También si dos durmieren juntos, se
calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? 12 Y si alguno
prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se
rompe pronto.
13 Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y necio que no admite
consejos; 14 porque de la cárcel salió para reinar, aunque en su reino nació
pobre. 15 Vi a todos los que viven debajo del sol caminando con el muchacho
sucesor, que estará en lugar de aquél. 16 No tenía fin la muchedumbre del pueblo
que le seguía; sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos de
él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu.
La insensatez de hacer votos a la ligera
ECLESTIASTÉS 5
1 Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que
para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. 2 No te
des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de
Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas
tus palabras.
3 Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras
la voz del necio.
4 Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace
en los insensatos. Cumple lo que prometes. 5 Mejor es que no prometas, y no que
prometas y no cumplas. 6 No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante
del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu
voz, y que destruya la obra de tus manos?
7 Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y las muchas palabras;
mas tú, teme a Dios.
La vanidad de la vida
8 Si opresión de pobres y perversión de derecho y de justicia vieres en la
provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto vigila otro más alto,
y uno más alto está sobre ellos. 9 Además, el provecho de la tierra es para
todos; el rey mismo está sujeto a los campos.
10 El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener,
no sacará fruto. También esto es vanidad. 11 Cuando aumentan los bienes, también
aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con
sus ojos?
12 Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le
deja dormir la abundancia.
13 Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por
sus dueños para su mal; 14 las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los
hijos que engendraron, nada les queda en la mano. 15 Como salió del vientre de
su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo
para llevar en su mano. 16 Este también es un gran mal, que como vino, así haya
de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano? 17 Además de esto, todos los
días de su vida comerá en tinieblas, con mucho afán y dolor y miseria.
18 He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y
gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos
los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. 19 Asimismo, a
todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que
coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios. 20
Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de
alegría el corazón.
ECLESTIASTÉS 6
1 Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: 2 El
del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo
que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo
disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso. 3 Aunque el hombre
engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren
numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo
digo que un abortivo es mejor que él. 4 Porque éste en vano viene, y a las
tinieblas va, y con tinieblas su nombre es cubierto. 5 Además, no ha visto el
sol, ni lo ha conocido; más reposo tiene éste que aquél. 6 Porque si aquél
viviere mil años dos veces, sin gustar del bien, ¿no van todos al mismo lugar?
7 Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso su deseo no se
sacia. 8 Porque ¿qué más tiene el sabio que el necio? ¿Qué más tiene el pobre
que supo caminar entre los vivos? 9 Más vale vista de ojos que deseo que pasa. Y
también esto es vanidad y aflicción de espíritu.
10 Respecto de lo que es, ya ha mucho que tiene nombre, y se sabe que es hombre
y que no puede contender con Aquel que es más poderoso que él. 11 Ciertamente
las muchas palabras multiplican la vanidad. ¿Qué más tiene el hombre? 12 Porque
¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de
su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué
será después de él debajo del sol?
Contraste entre la sabiduría y la insensatez
ECLESTIASTÉS 7
1 Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el día de la muerte que
el día del nacimiento. 2 Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del
banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá
en su corazón. 3 Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del
rostro se enmendará el corazón. 4 El corazón de los sabios está en la casa del
luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría. 5 Mejor
es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios. 6 Porque la risa
del necio es como el estrépito de los espinos debajo de la olla. Y también esto
es vanidad. 7 Ciertamente la opresión hace entontecer al sabio, y las dádivas
corrompen el corazón. 8 Mejor es el fin del negocio que su principio; mejor es
el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu. 9 No te apresures en tu
espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios. 10 Nunca
digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos?
Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría. 11 Buena es la ciencia con
herencia, y provechosa para los que ven el sol. 12 Porque escudo es la ciencia,
y escudo es el dinero; mas la sabiduría excede, en que da vida a sus poseedores.
13 Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció?
14 En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera.
Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después
de él.
15 Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece por su
justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus días. 16 No seas demasiado
justo, ni seas sabio con exceso; ¿por qué habrás de destruirte? 17 No hagas
mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué habrás de morir antes de tu tiempo? 18
Bueno es que tomes esto, y también de aquello no apartes tu mano; porque aquel
que a Dios teme, saldrá bien en todo.
19 La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que haya en una
ciudad.
20 Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.
21 Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se hablan, para que no
oigas a tu siervo cuando dice mal de ti; 22 porque tu corazón sabe que tú
también dijiste mal de otros muchas veces.
23 Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Seré sabio; pero la
sabiduría se alejó de mí. 24 Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo
hallará? 25 Me volví y fijé mi corazón para saber y examinar e inquirir la
sabiduría y la razón, y para conocer la maldad de la insensatez y el desvarío
del error. 26 Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es
lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas
el pecador quedará en ella preso. 27 He aquí que esto he hallado, dice el
Predicador, pesando las cosas una por una para hallar la razón; 28 lo que aún
busca mi alma, y no lo encuentra: un hombre entre mil he hallado, pero mujer
entre todas éstas nunca hallé. 29 He aquí, solamente esto he hallado: que Dios
hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.
ECLESTIASTÉS 8
1 ¿Quién como el sabio? ¿y quién como el que sabe la declaración de las cosas?
La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se
mudará.
2 Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y la palabra del juramento de
Dios. 3 No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas;
porque él hará todo lo que quiere. 4 Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y
quién le dirá: ¿Qué haces? 5 El que guarda el mandamiento no experimentará mal;
y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio. 6 Porque para todo lo
que quisieres hay tiempo y juicio; porque el mal del hombre es grande sobre él;
7 pues no sabe lo que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará?
8 No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu,
ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la
impiedad librará al que la posee. 9 Todo esto he visto, y he puesto mi corazón
en todo lo que debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea
del hombre para mal suyo.
Desigualdades de la vida
10 Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honra; mas los que
frecuentaban el lugar santo fueron luego puestos en olvido en la ciudad donde
habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad. 11 Por cuanto no se
ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los
hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal. 12 Aunque el pecador haga mal
cien veces, y prolongue sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los
que a Dios temen, los que temen ante su presencia; 13 y que no le irá bien al
impío, ni le serán prolongados los días, que son como sombra; por cuanto no teme
delante de la presencia de Dios.
14 Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como
si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran
obras de justos. Digo que esto también es vanidad. 15 Por tanto, alabé yo la
alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se
alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le
concede debajo del sol.
16 Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se
hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus
ojos); 17 y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la
obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no
la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
ECLESTIASTÉS 9
1 Ciertamente he dado mi corazón a todas estas cosas, para declarar todo esto:
que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios; que sea amor
o que sea odio, no lo saben los hombres; todo está delante de ellos. 2 Todo
acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío;
al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica;
como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento. 3
Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso
acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está
lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto se
van a los muertos. 4 Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos;
porque mejor es perro vivo que león muerto. 5 Porque los que viven saben que han
de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es
puesta en olvido. 6 También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y
nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.
7 Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus
obras ya son agradables a Dios.
8 En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu
cabeza.
9 Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad
que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu
parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol. 10 Todo lo
que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol,
adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.
11 Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la
guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las
riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a
todos. 12 Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son
presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados
los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.
13 También vi esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande: 14 una
pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la
asedia y levanta contra ella grandes baluartes; 15 y se halla en ella un hombre
pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría; y nadie se acordaba de
aquel hombre pobre. 16 Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza,
aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus
palabras.
17 Las palabras del sabio escuchadas en quietud, son mejores que el clamor del
señor entre los necios. 18 Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero
un pecador destruye mucho bien.
Excelencia de la sabiduría
ECLESTIASTÉS 10
1 Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así
una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable. 2 El corazón del
sabio está a su mano derecha, mas el corazón del necio a su mano izquierda. 3 Y
aun mientras va el necio por el camino, le falta cordura, y va diciendo a todos
que es necio. 4 Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu
lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.
5 Hay un mal que he visto debajo del sol, a manera de error emanado del
príncipe: 6 la necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están
sentados en lugar bajo. 7 Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como
siervos sobre la tierra. 8 El que hiciere hoyo caerá en él; y al que aportillare
vallado, le morderá la serpiente. 9 Quien corta piedras, se hiere con ellas; el
que parte leña, en ello peligra. 10 Si se embotare el hierro, y su filo no fuere
amolado, hay que añadir entonces más fuerza; pero la sabiduría es provechosa
para dirigir. 11 Si muerde la serpiente antes de ser encantada, de nada sirve el
encantador.
12 Las palabras de la boca del sabio son llenas de gracia, mas los labios del
necio causan su propia ruina. 13 El principio de las palabras de su boca es
necedad; y el fin de su charla, nocivo desvarío. 14 El necio multiplica
palabras, aunque no sabe nadie lo que ha de ser; ¿y quién le hará saber lo que
después de él será? 15 El trabajo de los necios los fatiga; porque no saben por
dónde ir a la ciudad.
16 ¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes banquetean de
mañana! 17 ¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus
príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para beber! 18 Por la
pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de las manos se llueve la casa. 19
Por el placer se hace el banquete, y el vino alegra a los vivos; y el dinero
sirve para todo. 20 Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en lo secreto
de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y
las que tienen alas harán saber la palabra.
ECLESTIASTÉS 11
1 Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. 2
Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la
tierra. 3 Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y
si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí
quedará. 4 El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no
segará.
5 Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el
vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las
cosas.
6 Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano;
porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es
igualmente bueno.
7 Suave ciertamente es la luz, y agradable a los ojos ver el sol; 8 pero aunque
un hombre viva muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo
que los días de las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad.
Consejos para la juventud
9 Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu
adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos;
pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios.
10 Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la
adolescencia y la juventud son vanidad.
ECLESTIASTÉS 12
1 Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días
malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento;
2 antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan
las nubes tras la lluvia; 3 cuando temblarán los guardas de la casa, y se
encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se
oscurecerán los que miran por las ventanas; 4 y las puertas de afuera se
cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del
ave, y todas las hijas del canto serán abatidas; 5 cuando también temerán de lo
que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la
langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su
morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles; 6 antes que
la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se
quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; 7 y el polvo
vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio. 8 Vanidad
de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.
Resumen del deber del hombre
9 Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e
hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios. 10 Procuró el
Predicador hallar palabras agradables, y escribir rectamente palabras de verdad.
11 Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las
de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor. 12 Ahora, hijo mío,
a más de esto, sé amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho
estudio es fatiga de la carne.
13 El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque esto es el todo del hombre. 14 Porque Dios traerá toda obra
a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.