El Evangelio Según
SAN MARCOS
Predicación de Juan el Bautista
(Mt. 3.1-12; Lc. 3.1-9, 15-17; Jn. 1.19-28)
MARCOS 1
1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. 2 Como está escrito en
Isaías el profeta:
He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.
3 Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor;
Enderezad sus sendas.
4 Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para
perdón de pecados. 5 Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de
Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 6
Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de
sus lomos; y comía langostas y miel silvestre. 7 Y predicaba, diciendo: Viene
tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado
la correa de su calzado. 8 Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os
bautizará con Espíritu Santo.
El bautismo de Jesús
(Mt. 3.13-17; Lc. 3.21-22)
9 Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue
bautizado por Juan en el Jordán. 10 Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse
los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. 11 Y vino una voz
de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
Tentación de Jesús
(Mt. 4.1-11; Lc. 4.1-13)
12 Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. 13 Y estuvo allí en el desierto
cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles
le servían.
Jesús principia su ministerio
(Mt. 4.12-17; Lc. 4.14-15)
14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el
evangelio del reino de Dios, 15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino
de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
Jesús llama a cuatro pescadores
(Mt. 4.18-22; Lc. 5.1-11)
16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que
echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 17 Y les dijo Jesús: Venid en
pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. 18 Y dejando luego sus redes,
le siguieron. 19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de
Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las
redes. 20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros, le siguieron.
Un hombre que tenía un espíritu inmundo
(Lc. 4.31-37)
21 Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga,
enseñaba. 22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas. 23 Pero había en la sinagoga de ellos un
hombre con espíritu inmundo, que dio voces, 24 diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con
nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo
de Dios. 25 Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! 26 Y el
espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de
él. 27 Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo:
¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los
espíritus inmundos, y le obedecen? 28 Y muy pronto se difundió su fama por toda
la provincia alrededor de Galilea.
Jesús sana a la suegra de Pedro
(Mt. 8.14-15; Lc. 4.38-39)
29 Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y
Juan. 30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le
hablaron de ella. 31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e
inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.
Muchos sanados al ponerse el sol
(Mt. 8.16-17; Lc. 4.40-41)
32 Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que
tenían enfermedades, y a los endemoniados; 33 y toda la ciudad se agolpó a la
puerta. 34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó
fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
Jesús recorre Galilea predicando
(Lc. 4.42-44)
35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar
desierto, y allí oraba. 36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban; 37 y
hallándole, le dijeron: Todos te buscan. 38 El les dijo: Vamos a los lugares
vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido. 39 Y
predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los
demonios.
Jesús sana a un leproso
(Mt. 8.1-4; Lc. 5.12-16)
40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres,
puedes limpiarme. 41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le
tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. 42 Y así que él hubo hablado, al instante la
lepra se fue de aquél, y quedó limpio. 43 Entonces le encargó rigurosamente, y
le despidió luego, 44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate
al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio
a ellos. 45 Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de
manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se
quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.
Jesús sana a un paralítico
(Mt. 9.1-8; Lc. 5.17-26)
MARCOS 2
1 Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba
en casa. 2 E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni
aun a la puerta; y les predicaba la palabra. 3 Entonces vinieron a él unos
trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. 4 Y como no podían acercarse
a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo
una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. 5 Al ver Jesús la fe
de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. 6 Estaban
allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: 7
¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino
sólo Dios? 8 Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta
manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros
corazones? 9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son
perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? 10 Pues para que sepáis
que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo
al paralítico): 11 A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. 12
Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos,
de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos
visto tal cosa.
Llamamiento de Leví
(Mt. 9.9-13; Lc. 5.27-32)
13 Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba. 14
Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos,
y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió. 15 Aconteció que estando Jesús a
la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa
juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían
seguido. 16 Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y
con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe
con los publicanos y pecadores? 17 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no
tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos,
sino a pecadores.
La pregunta sobre el ayuno
(Mt. 9.14-17; Lc. 5.33-39)
18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le
dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus
discípulos no ayunan? 19 Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas
ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al
esposo, no pueden ayunar. 20 Pero vendrán días cuando el esposo les será
quitado, y entonces en aquellos días ayunarán. 21 Nadie pone remiendo de paño
nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo
viejo, y se hace peor la rotura. 22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de
otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se
pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
Los discípulos recogen espigas en el día de reposo
(Mt. 12.1-8; Lc. 6.1-5)
23 Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos,
andando, comenzaron a arrancar espigas. 24 Entonces los fariseos le dijeron:
Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito? 25 Pero él les
dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre,
él y los que con él estaban; 26 cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar
sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito
comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban? 27 También les
dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa
del día de reposo. 28 Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de
reposo.
El hombre de la mano seca
(Mt. 12.9-14; Lc. 6.6-11)
MARCOS 3
1 Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una
mano. 2 Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de
poder acusarle. 3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y
ponte en medio. 4 Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o
hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban. 5 Entonces,
mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones,
dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada
sana. 6 Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él
para destruirle.
La multitud a la orilla del mar
7 Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió gran multitud de
Galilea. Y de Judea, 8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de
los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes
multitudes vinieron a él. 9 Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre
lista la barca, a causa del gentío, para que no le oprimiesen. 10 Porque había
sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre
él. 11 Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban
voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. 12 Mas él les reprendía mucho para que
no le descubriesen.
Elección de los doce apóstoles
(Mt. 10.1-4; Lc. 6.12-16)
13 Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. 14
Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, 15
y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios: 16
a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro; 17 a Jacobo hijo de Zebedeo, y a
Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno;
18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón
el cananista, 19 y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.
La blasfemia contra el Espíritu Santo
(Mt. 12.22-32; Lc. 11.14-23)
20 Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan. 21
Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera
de sí. 22 Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a
Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios. 23 Y
habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a
Satanás? 24 Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede
permanecer. 25 Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede
permanecer. 26 Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no puede
permanecer, sino que ha llegado su fin. 27 Ninguno puede entrar en la casa de un
hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear
su casa.
28 De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los
hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; 29 pero cualquiera que blasfeme
contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio
eterno. 30 Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.
La madre y los hermanos de Jesús
(Mt. 12.46-50; Lc. 8.19-21)
31 Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a
llamarle. 32 Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y
tus hermanos están afuera, y te buscan. 33 El les respondió diciendo: ¿Quién es
mi madre y mis hermanos? 34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de
él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 35 Porque todo aquel que hace la
voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Parábola del sembrador
(Mt. 13.1-23; Lc. 8.4-15)
MARCOS 4
1 Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él
mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda
la gente estaba en tierra junto al mar. 2 Y les enseñaba por parábolas muchas
cosas, y les decía en su doctrina: 3 Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar;
4 y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las
aves del cielo y la comieron. 5 Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía
mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. 6 Pero
salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Otra parte cayó
entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. 8 Pero
otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a
treinta, a sesenta, y a ciento por uno. 9 Entonces les dijo: El que tiene oídos
para oír, oiga.
10 Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron
sobre la parábola. 11 Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del
reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas; 12 para
que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se
conviertan, y les sean perdonados los pecados. 13 Y les dijo: ¿No sabéis esta
parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? 14 El sembrador es el
que siembra la palabra. 15 Y éstos son los de junto al camino: en quienes se
siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita
la palabra que se sembró en sus corazones. 16 Estos son asimismo los que fueron
sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la
reciben con gozo; 17 pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración,
porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra,
luego tropiezan. 18 Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que
oyen la palabra, 19 pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas,
y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace
infructuosa. 20 Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que
oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por
uno.
Nada oculto que no haya de ser manifestado
(Lc. 8.16-18)
21 También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o
debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? 22 Porque no hay nada
oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz.
23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga. 24 Les dijo también: Mirad lo que oís;
porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a
vosotros los que oís. 25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun
lo que tiene se le quitará.
Parábola del crecimiento de la semilla
26 Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en
la tierra; 27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y
crece sin que él sepa cómo. 28 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero
hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; 29 y cuando el fruto
está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.
Parábola de la semilla de mostaza
(Mt. 13.31-32; Lc. 13.18-19)
30 Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola
lo compararemos? 31 Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en
tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; 32 pero
después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa
grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.
El uso que Jesús hace de las parábolas
(Mt. 13.34-35)
33 Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que
podían oír. 34 Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en
particular les declaraba todo.
Jesús calma la tempestad
(Mt. 8.23-27; Lc. 8.22-25)
35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y
despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también
con él otras barcas. 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba
las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38 Y él estaba en la
popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no
tienes cuidado que perecemos? 39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al
mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40 Y les dijo:
¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? 41 Entonces temieron con
gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el
mar le obedecen?
El endemoniado gadareno
(Mt. 8.28-34; Lc. 8.26-39)
MARCOS 5
1 Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos. 2 Y cuando salió
él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con
un espíritu inmundo, 3 que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía
atarle, ni aun con cadenas. 4 Porque muchas veces había sido atado con grillos y
cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los
grillos; y nadie le podía dominar. 5 Y siempre, de día y de noche, andaba dando
voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras. 6 Cuando vio,
pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. 7 Y clamando a gran voz,
dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios
que no me atormentes. 8 Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. 9
Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque
somos muchos. 10 Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región.
11 Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo. 12 Y le rogaron
todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
13 Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos,
entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en
el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.
14 Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en
los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido. 15 Vienen a
Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la
legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. 16 Y les
contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido
el demonio, y lo de los cerdos. 17 Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus
contornos. 18 Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le
rogaba que le dejase estar con él. 19 Mas Jesús no se lo permitió, sino que le
dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha
hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. 20 Y se fue, y comenzó a
publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se
maravillaban.
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mt. 9.18-26; Lc. 8.40-56)
21 Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de
él una gran multitud; y él estaba junto al mar. 22 Y vino uno de los principales
de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, 23 y le
rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella
para que sea salva, y vivirá.
24 Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban. 25 Pero una
mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, 26 y había sufrido
mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado,
antes le iba peor, 27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la
multitud, y tocó su manto. 28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto,
seré salva. 29 Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el
cuerpo que estaba sana de aquel azote. 30 Luego Jesús, conociendo en sí mismo el
poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado
mis vestidos? 31 Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y
dices: ¿Quién me ha tocado? 32 Pero él miraba alrededor para ver quién había
hecho esto. 33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella
había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. 34 Y
él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote.
35 Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga,
diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? 36 Pero Jesús,
luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree
solamente. 37 Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan
hermano de Jacobo. 38 Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el
alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. 39 Y entrando, les dijo: ¿Por
qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. 40 Y se burlaban
de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a
los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. 41 Y tomando la mano de la
niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. 42
Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron
grandemente. 43 Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le
diese de comer.
Jesús en Nazaret
(Mt. 13.53-58; Lc. 4.16-30)
MARCOS 6
1 Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. 2 Y
llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole,
se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es
esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? 3 ¿No es
éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de
Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de
él. 4 Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y
entre sus parientes, y en su casa. 5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo
que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. 6 Y estaba
asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor,
enseñando.
Misión de los doce discípulos
(Mt. 10.5-15; Lc. 9.1-6)
7 Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio
autoridad sobre los espíritus inmundos. 8 Y les mandó que no llevasen nada para
el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto, 9
sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas. 10 Y les dijo:
Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel
lugar. 11 Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y
sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De
cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los
de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad. 12 Y saliendo, predicaban que los
hombres se arrepintiesen. 13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con
aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
Muerte de Juan el Bautista
(Mt. 14.1-12; Lc. 9.7-9)
14 Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio;
y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él
estos poderes. 15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o
alguno de los profetas. 16 Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo
decapité, que ha resucitado de los muertos. 17 Porque el mismo Herodes había
enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de
Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer. 18 Porque
Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano. 19 Pero
Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía; 20 porque Herodes temía a
Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole,
se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana. 21 Pero venido un día
oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus
príncipes y tribunos y a los principales de Galilea, 22 entrando la hija de
Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el
rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré. 23 Y le juró:
Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino. 24 Saliendo ella, dijo
a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista. 25
Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo
me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista. 26 Y el rey se entristeció
mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no
quiso desecharla. 27 Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó
que fuese traída la cabeza de Juan. 28 El guarda fue, le decapitó en la cárcel,
y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su
madre. 29 Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo
pusieron en un sepulcro.
Alimentación de los cinco mil
(Mt. 14.13-21; Lc. 9.10-17; Jn. 6.1-14)
30 Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que
habían hecho, y lo que habían enseñado. 31 El les dijo: Venid vosotros aparte a
un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y
venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer. 32 Y se fueron solos en
una barca a un lugar desierto. 33 Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron;
y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se
juntaron a él. 34 Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de
ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles
muchas cosas. 35 Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron
a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada. 36 Despídelos
para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen
qué comer. 37 Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le
dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de
comer? 38 El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron:
Cinco, y dos peces. 39 Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos
sobre la hierba verde. 40 Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de
cincuenta en cincuenta. 41 Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y
levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus
discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos.
42 Y comieron todos, y se saciaron. 43 Y recogieron de los pedazos doce cestas
llenas, y de lo que sobró de los peces. 44 Y los que comieron eran cinco mil
hombres.
Jesús anda sobre el mar
(Mt. 14.22-27; Jn. 6.15-21)
45 En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a
Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. 46 Y
después que los hubo despedido, se fue al monte a orar; 47 y al venir la noche,
la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. 48 Y viéndoles remar con
gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de
la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. 49 Viéndole
ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; 50 porque
todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo:
¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! 51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el
viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban. 52 Porque aún
no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus
corazones.
Jesús sana a los enfermos en Genesaret
(Mt. 14.34-36)
53 Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la
orilla. 54 Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le conoció. 55 Y
recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes
enfermos en lechos, a donde oían que estaba. 56 Y dondequiera que entraba, en
aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le
rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le
tocaban quedaban sanos.
Lo que contamina al hombre
(Mt. 15.1-20)
MARCOS 7
1 Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido
de Jerusalén; 2 los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer
pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. 3 Porque los
fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si
muchas veces no se lavan las manos, no comen. 4 Y volviendo de la plaza, si no
se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los
lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de
metal, y de los lechos. 5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas:
¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino
que comen pan con manos inmundas? 6 Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien
profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo de labios me honra,
Mas su corazón está lejos de mí.
7 Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los
hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras
muchas cosas semejantes.
9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra
tradición. 10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que
maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. 11 Pero vosotros decís:
Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi
ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, 12 y no le dejáis hacer
más por su padre o por su madre, 13 invalidando la palabra de Dios con vuestra
tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.
14 Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: 15
Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que
sale de él, eso es lo que contamina al hombre. 16 Si alguno tiene oídos para
oír, oiga. 17 Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus
discípulos sobre la parábola. 18 El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin
entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le
puede contaminar, 19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a
la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. 20 Pero decía, que
lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. 21 Porque de dentro, del
corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las
fornicaciones, los homicidios, 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el
engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. 23
Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
La fe de la mujer sirofenicia
(Mt. 15.21-28)
24 Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en
una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. 25 Porque una
mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se
postró a sus pies. 26 La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba
que echase fuera de su hija al demonio. 27 Pero Jesús le dijo: Deja primero que
se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a
los perrillos. 28 Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos,
debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. 29 Entonces le dijo: Por
esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. 30 Y cuando llegó ella a su
casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.
Jesús sana a un sordomudo
31 Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea,
pasando por la región de Decápolis. 32 Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le
rogaron que le pusiera la mano encima. 33 Y tomándole aparte de la gente, metió
los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; 34 y levantando los
ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto. 35 Al momento
fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.
36 Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más
y más lo divulgaban. 37 Y en gran manera se maravillaban, diciendo: bien lo ha
hecho todo; hace a los sordos oír, y a los mudos hablar.
Alimentación de los cuatro mil
(Mt. 15.32-39)
MARCOS 8
1 En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús
llamó a sus discípulos, y les dijo: 2 Tengo compasión de la gente, porque ya
hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; 3 y si los enviare en
ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido
de lejos. 4 Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de
pan a éstos aquí en el desierto? 5 El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos
dijeron: Siete. 6 Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y
tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus
discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.
7 Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los
pusiesen delante. 8 Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que
habían sobrado, siete canastas. 9 Eran los que comieron, como cuatro mil; y los
despidió. 10 Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región
de Dalmanuta.
La demanda de una señal
(Mt. 16.1-4; Lc. 12.54-56)
11 Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole
señal del cielo, para tentarle. 12 Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué
pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta
generación. 13 Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la otra
ribera.
La levadura de los fariseos
(Mt. 16.5-12)
14 Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. 15
Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de
la levadura de Herodes. 16 Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos
pan. 17 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan?
¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? 18
¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? 19 Cuando
partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos
recogisteis? Y ellos dijeron: Doce. 20 Y cuando los siete panes entre cuatro
mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron:
Siete. 21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
Un ciego sanado en Betsaida
22 Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. 23
Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en
sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. 24 El, mirando,
dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. 25 Luego le puso
otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y
vio de lejos y claramente a todos. 26 Y lo envió a su casa, diciendo: No entres
en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
La confesión de Pedro
(Mt. 16.13-20; Lc. 9.18-21)
27 Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el
camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy
yo? 28 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno
de los profetas. 29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy?
Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo. 30 Pero él les mandó que no
dijesen esto de él a ninguno.
Jesús anuncia su muerte
(Mt. 16.21-28; Lc. 9.22-27)
31 Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho,
y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los
escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. 32 Esto les decía
claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. 33 Pero él,
volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de
delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en
las de los hombres.
34 Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. 35 Porque todo el que
quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí
y del evangelio, la salvará. 36 Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo
el mundo, y perdiere su alma? 37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
38 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación
adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando
venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
MARCOS 9
1 También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que
no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.
La transfiguración
(Mt. 17.1-13; Lc. 9.28-36)
2 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte
solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos. 3 Y sus vestidos se
volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador
en la tierra los puede hacer tan blancos. 4 Y les apareció Elías con Moisés, que
hablaban con Jesús. 5 Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para
nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para
Moisés, y otra para Elías. 6 Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban
espantados. 7 Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una
voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd. 8 Y luego, cuando miraron, no
vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
9 Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían
visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos. 10 Y
guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los
muertos. 11 Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es
necesario que Elías venga primero? 12 Respondiendo él, les dijo: Elías a la
verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito del
Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en nada? 13 Pero os digo que
Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
(Mt. 17.14-21; Lc. 9.37-43)
14 Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor
de ellos, y escribas que disputaban con ellos. 15 Y en seguida toda la gente,
viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron. 16 El les preguntó: ¿Qué
disputáis con ellos? 17 Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje
a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, 18 el cual, dondequiera que le toma,
le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a
tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron. 19 Y respondiendo él, les
dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta
cuándo os he de soportar? Traédmelo. 20 Y se lo trajeron; y cuando el espíritu
vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se
revolcaba, echando espumarajos. 21 Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace
que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. 22 Y muchas veces le echa en el fuego
y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de
nosotros, y ayúdanos. 23 Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es
posible. 24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi
incredulidad. 25 Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al
espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y
no entres más en él. 26 Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con
violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está
muerto. 27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó. 28
Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros
no pudimos echarle fuera? 29 Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino
con oración y ayuno.
Jesús anuncia otra vez su muerte
(Mt. 17.22-23; Lc. 9.43-45)
30 Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo
supiese. 31 Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre
será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto,
resucitará al tercer día. 32 Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían
miedo de preguntarle.
¿Quién es el mayor?
(Mt. 18.1-5; Lc. 9.46-48)
33 Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais
entre vosotros en el camino? 34 Mas ellos callaron; porque en el camino habían
disputado entre sí, quién había de ser el mayor. 35 Entonces él se sentó y llamó
a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de
todos, y el servidor de todos. 36 Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos;
y tomándole en sus brazos, les dijo: 37 El que reciba en mi nombre a un niño
como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al
que me envió.
El que no es contra nosotros, por nosotros es
(Lc. 9.49-50)
38 Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre
echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos
seguía. 39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga
milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. 40 Porque el que no es
contra nosotros, por nosotros es. 41 Y cualquiera que os diere un vaso de agua
en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su
recompensa.
Ocasiones de caer
(Mt. 18.6-9; Lc. 17.1-2)
42 Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor
le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el
mar. 43 Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la
vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser
apagado, 44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 45 Y
si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo,
que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser
apagado, 46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 47 Y
si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de
Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, 48 donde el
gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 49 Porque todos serán
salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. 50 Buena es la sal;
mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros
mismos; y tened paz los unos con los otros.
Jesús enseña sobre el divorcio
(Mt. 19.1-12; Lc. 16.18)
MARCOS 10
1 Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y
volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía.
2 Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era lícito al
marido repudiar a su mujer. 3 El, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
4 Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla. 5 Y
respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este
mandamiento; 6 pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. 7
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, 8 y
los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. 9 Por tanto,
lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
10 En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo, 11 y les dijo:
Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra
ella; 12 y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Jesús bendice a los niños
(Mt. 19.13-15; Lc. 18.15-17)
13 Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los
que los presentaban. 14 Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los
niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
15 De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no
entrará en él. 16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos,
los bendecía.
El joven rico
(Mt. 19.16-30; Lc. 18.18-30)
17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla
delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna? 18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo
uno, Dios. 19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No
digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. 20 El
entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi
juventud. 21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta:
anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el
cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. 22 Pero él, afligido por esta palabra,
se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente
entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 24 Los discípulos se
asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos,
¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las
riquezas! 25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar
un rico en el reino de Dios. 26 Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí:
¿Quién, pues, podrá ser salvo? 27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los
hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles
para Dios. 28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos
dejado todo, y te hemos seguido. 29 Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo
que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o
madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, 30 que no
reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres,
hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna. 31
Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte
(Mt. 20.17-19; Lc. 18.31-34)
32 Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos se
asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce
aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer: 33 He aquí
subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales
sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los
gentiles; 34 y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán;
mas al tercer día resucitará.
Petición de Santiago y de Juan
(Mt. 20.20-28)
35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro,
querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. 36 El les dijo: ¿Qué queréis que os
haga? 37 Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu
derecha, y el otro a tu izquierda. 38 Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que
pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con
que yo soy bautizado? 39 Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad,
del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado,
seréis bautizados; 40 pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío
darlo, sino a aquellos para quienes está preparado. 41 Cuando lo oyeron los
diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan. 42 Mas Jesús,
llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las
naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. 43
Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre
vosotros será vuestro servidor, 44 y el que de vosotros quiera ser el primero,
será siervo de todos. 45 Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido,
sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
El ciego Bartimeo recibe la vista
(Mt. 20.29-34; Lc. 18.35-43)
46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una
gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino
mendigando. 47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir:
¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48 Y muchos le reprendían para
que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego,
diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50 El entonces, arrojando su
capa, se levantó y vino a Jesús. 51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres
que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52 Y Jesús le
dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús
en el camino.
La entrada triunfal en Jerusalén
(Mt. 21.1-11; Lc. 19.28-40; Jn. 12.12-19)
MARCOS 11
1 Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte
de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos, 2 y les dijo: Id a la aldea
que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino
atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo. 3 Y si alguien
os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo necesita, y que luego lo
devolverá. 4 Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el
recodo del camino, y lo desataron. 5 Y unos de los que estaban allí les dijeron:
¿Qué hacéis desatando el pollino? 6 Ellos entonces les dijeron como Jesús había
mandado; y los dejaron. 7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus
mantos, y se sentó sobre él. 8 También muchos tendían sus mantos por el camino,
y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino. 9 Y los que
iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito
el que viene en el nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino de nuestro padre David
que viene! ¡Hosanna en las alturas!
11 Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas
las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.
Maldición de la higuera estéril
(Mt. 21.18-19)
12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. 13 Y viendo de
lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo;
pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. 14
Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo
oyeron sus discípulos.
Purificación del templo
(Mt. 21.12-17; Lc. 19.45-48; Jn. 2.13-22)
15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar
fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los
cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 16 y no consentía que nadie
atravesase el templo llevando utensilio alguno. 17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No
está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas
vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 18 Y lo oyeron los escribas y los
principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por
cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina. 19 Pero al llegar la
noche, Jesús salió de la ciudad.
La higuera maldecida se seca
(Mt. 21.19-22)
20 Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las
raíces. 21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que
maldijiste se ha secado. 22 Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. 23
Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y
échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que
dice, lo que diga le será hecho. 24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis
orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. 25 Y cuando estéis orando,
perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está
en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. 26 Porque si vosotros no
perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras
ofensas.
La autoridad de Jesús
(Mt. 21.23-27; Lc. 20.1-8)
27 Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a él los
principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le dijeron: ¿Con qué
autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas? 29
Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme, y
os diré con qué autoridad hago estas cosas. 30 El bautismo de Juan, ¿era del
cielo, o de los hombres? Respondedme. 31 Entonces ellos discutían entre sí,
diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 32 ¿Y si
decimos, de los hombres...? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como
un verdadero profeta. 33 Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos.
Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago
estas cosas.
Los labradores malvados
(Mt. 21.33-46; Lc. 20.9-19)
MARCOS 12
1 Entonces comenzó Jesús a decirles por parábolas: Un hombre plantó una viña, la
cercó de vallado, cavó un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos
labradores, y se fue lejos. 2 Y a su tiempo envió un siervo a los labradores,
para que recibiese de éstos del fruto de la viña. 3 Mas ellos, tomándole, le
golpearon, y le enviaron con las manos vacías. 4 Volvió a enviarles otro siervo;
pero apedreándole, le hirieron en la cabeza, y también le enviaron afrentado. 5
Volvió a enviar otro, y a éste mataron; y a otros muchos, golpeando a unos y
matando a otros. 6 Por último, teniendo aún un hijo suyo, amado, lo envió
también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. 7 Mas aquellos labradores
dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será
nuestra. 8 Y tomándole, le mataron, y le echaron fuera de la viña. 9 ¿Qué, pues,
hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a los labradores, y dará su viña a
otros. 10 ¿Ni aun esta escritura habéis leído:
La piedra que desecharon los edificadores
Ha venido a ser cabeza del ángulo;
11 El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
12 Y procuraban prenderle, porque entendían que decía contra ellos aquella
parábola; pero temían a la multitud, y dejándole, se fueron.
La cuestión del tributo
(Mt. 22.15-22; Lc. 20.20-26)
13 Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le
sorprendiesen en alguna palabra. 14 Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos
que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la
apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es
lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos? 15 Mas él, percibiendo
la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para
que la vea. 16 Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la
inscripción? Ellos le dijeron: De César. 17 Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a
César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.
La pregunta sobre la resurrección
(Mt. 22.23-33; Lc. 20.27-40)
18 Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le
preguntaron, diciendo: 19 Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de
alguno muriere y dejare esposa, pero no dejare hijos, que su hermano se case con
ella, y levante descendencia a su hermano. 20 Hubo siete hermanos; el primero
tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. 21 Y el segundo se casó con ella, y
murió, y tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera. 22 Y así
los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió también la mujer.
23 En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella
mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
24 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque ignoráis
las Escrituras, y el poder de Dios? 25 Porque cuando resuciten de los muertos,
ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están
en los cielos. 26 Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en
el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? 27 Dios no es Dios de muertos,
sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.
El gran mandamiento
(Mt. 22.34-40)
28 Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les
había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29
Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor
nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el
principal mandamiento. 31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a
ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. 32 Entonces el escriba le
dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de
él; 33 y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el
alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que
todos los holocaustos y sacrificios. 34 Jesús entonces, viendo que había
respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno
osaba preguntarle.
¿De quién es hijo el Cristo?
(Mt. 22.41-46; Lc. 20.41-44)
35 Enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo
es hijo de David? 36 Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies.
37 David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo? Y gran multitud del
pueblo le oía de buena gana.
Jesús acusa a los escribas
(Mt. 23.1-36; Lc. 11.37-54; 20.45-47)
38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con
largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, 39 y las primeras sillas en
las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; 40 que devoran las casas de
las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor
condenación.
La ofrenda de la viuda
(Lc. 21.1-4)
41 Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo
echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. 42 Y vino una viuda
pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. 43 Entonces llamando a sus
discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos
los que han echado en el arca; 44 porque todos han echado de lo que les sobra;
pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.
Jesús predice la destrucción del templo
(Mt. 24.1-2; Lc. 21.5-6)
MARCOS 13
1 Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué
piedras, y qué edificios. 2 Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes
edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Señales antes del fin
(Mt. 24.3-28; Lc. 21.7-24; 17.22-24)
3 Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan
y Andrés le preguntaron aparte: 4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal
habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse? 5 Jesús, respondiéndoles,
comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe; 6 porque vendrán muchos en mi
nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos. 7 Mas cuando oigáis de
guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda
así; pero aún no es el fin. 8 Porque se levantará nación contra nación, y reino
contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos;
principios de dolores son estos.
9 Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las
sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por
causa de mí, para testimonio a ellos. 10 Y es necesario que el evangelio sea
predicado antes a todas las naciones. 11 Pero cuando os trajeren para
entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo
que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que
habláis, sino el Espíritu Santo. 12 Y el hermano entregará a la muerte al
hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los
matarán. 13 Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que
persevere hasta el fin, éste será salvo.
14 Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel,
puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en
Judea huyan a los montes. 15 El que esté en la azotea, no descienda a la casa,
ni entre para tomar algo de su casa; 16 y el que esté en el campo, no vuelva
atrás a tomar su capa. 17 Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen
en aquellos días! 18 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno; 19 porque
aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la
creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá. 20 Y si el Señor no
hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los
escogidos que él escogió, acortó aquellos días. 21 Entonces si alguno os dijere:
Mirad, aquí está el Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis. 22 Porque se
levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para
engañar, si fuese posible, aun a los escogidos. 23 Mas vosotros mirad; os lo he
dicho todo antes.
La venida del Hijo del Hombre
(Mt. 24.29-35, 42-44; Lc. 21.25-36)
24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá,
y la luna no dará su resplandor, 25 y las estrellas caerán del cielo, y las
potencias que están en los cielos serán conmovidas. 26 Entonces verán al Hijo
del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. 27 Y entonces
enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el
extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan
las hojas, sabéis que el verano está cerca. 29 Así también vosotros, cuando
veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. 30 De
cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. 31
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el
cielo, ni el Hijo, sino el Padre. 33 Mirad, velad y orad; porque no sabéis
cuándo será el tiempo. 34 Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y
dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que
velase. 35 Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si
al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; 36 para
que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. 37 Y lo que a vosotros digo,
a todos lo digo: Velad.
El complot para prender a Jesús
(Mt. 26.1-5; Lc. 22.1-2; Jn. 11.45-53)
MARCOS 14
1 Dos días después era la pascua, y la fiesta de los panes sin levadura; y
buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo prenderle por engaño y
matarle. 2 Y decían: No durante la fiesta para que no se haga alboroto del
pueblo.
Jesús es ungido en Betania
(Mt. 26.6-13; Jn. 12.1-8)
3 Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa,
vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho
precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. 4 Y
hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este
desperdicio de perfume? 5 Porque podía haberse vendido por más de trescientos
denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. 6 Pero Jesús
dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. 7 Siempre tendréis
a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no
siempre me tendréis. 8 Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a
ungir mi cuerpo para la sepultura. 9 De cierto os digo que dondequiera que se
predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha
hecho, para memoria de ella.
Judas ofrece entregar a Jesús
(Mt. 26.14-16; Lc. 22.3-6)
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes
para entregárselo. 11 Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero.
Y Judas buscaba oportunidad para entregarle.
Institución de la Cena del Señor
(Mt. 26.17-29; Lc. 22.7-23; Jn. 13.21-30; 1 Co. 11.23-26)
12 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el
cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a
preparar para que comas la pascua? 13 Y envió dos de sus discípulos, y les dijo:
Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua;
seguidle, 14 y donde entrare, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde
está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? 15 Y él os
mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí. 16
Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho;
y prepararon la pascua.
17 Y cuando llegó la noche, vino él con los doce. 18 Y cuando se sentaron a la
mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que
come conmigo, me va a entregar. 19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y
a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo? 20 El, respondiendo, les
dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato. 21 A la verdad el
Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien
el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.
22 Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo:
Tomad, esto es mi cuerpo. 23 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les
dio; y bebieron de ella todos. 24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto,
que por muchos es derramada. 25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de
la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
Jesús anuncia la negación de Pedro
(Mt. 26.30-35; Lc. 22.31-34; Jn. 13.36-38)
26 Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. 27
Entonces Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de mí esta noche; porque
escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas. 28 Pero después
que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 29 Entonces Pedro le
dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no. 30 Y le dijo Jesús: De cierto te digo
que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me
negarás tres veces. 31 Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario
morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
Jesús ora en Getsemaní
(Mt. 26.36-46; Lc. 22.39-46)
32 Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
Sentaos aquí, entre tanto que yo oro. 33 Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a
Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. 34 Y les dijo: Mi alma está muy
triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. 35 Yéndose un poco adelante, se
postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. 36 Y
decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta
copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú. 37 Vino luego y los halló
durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? 38
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil. 39 Otra vez fue y oró, diciendo las mismas
palabras. 40 Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos
estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle. 41 Vino la tercera vez,
y les dijo: Dormid ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo
del Hombre es entregado en manos de los pecadores. 42 Levantaos, vamos; he aquí,
se acerca el que me entrega.
Arresto de Jesús
(Mt. 26.47-56; Lc. 22.47-53; Jn. 18.2-11)
43 Luego, hablando él aún, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha
gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los
escribas y de los ancianos. 44 Y el que le entregaba les había dado señal,
diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle, y llevadle con seguridad. 45 Y
cuando vino, se acercó luego a él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó. 46
Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron. 47 Pero uno de los que estaban
allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la
oreja. 48 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como contra un ladrón habéis salido
con espadas y con palos para prenderme? 49 Cada día estaba con vosotros
enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan
las Escrituras. 50 Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
El joven que huyó
51 Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le
prendieron; 52 mas él, dejando la sábana, huyó desnudo.
Jesús ante el concilio
(Mt. 26.57-68; Lc. 22.54-55, 63-71; Jn. 18.12-14, 19-24)
53 Trajeron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los
principales sacerdotes y los ancianos y los escribas. 54 Y Pedro le siguió de
lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los
alguaciles, calentándose al fuego. 55 Y los principales sacerdotes y todo el
concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no
lo hallaban. 56 Porque muchos decían falso testimonio contra él, mas sus
testimonios no concordaban. 57 Entonces levantándose unos, dieron falso
testimonio contra él, diciendo: 58 Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré
este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano. 59 Pero
ni aun así concordaban en el testimonio. 60 Entonces el sumo sacerdote,
levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué
testifican éstos contra ti? 61 Mas él callaba, y nada respondía. El sumo
sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del
Bendito? 62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la
diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. 63 Entonces el
sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de
testigos? 64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le
condenaron, declarándole ser digno de muerte. 65 Y algunos comenzaron a
escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle:
Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas.
Pedro niega a Jesús
(Mt. 26.69-75; Lc. 22.55-62; Jn. 18.15-18, 25-27)
66 Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;
67 y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Tú también estabas
con Jesús el nazareno. 68 Mas él negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que
dices. Y salió a la entrada; y cantó el gallo. 69 Y la criada, viéndole otra
vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Este es de ellos. 70 Pero él negó
otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro:
Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar es
semejante a la de ellos. 71 Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No
conozco a este hombre de quien habláis. 72 Y el gallo cantó la segunda vez.
Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el
gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1-2, 11-14; Lc. 23.1-5; Jn. 18.28-38)
MARCOS 15
1 Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los
ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le
entregaron a Pilato. 2 Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos?
Respondiendo él, le dijo: Tú lo dices. 3 Y los principales sacerdotes le
acusaban mucho. 4 Otra vez le preguntó Pilato, diciendo: ¿Nada respondes? Mira
de cuántas cosas te acusan. 5 Mas Jesús ni aun con eso respondió; de modo que
Pilato se maravillaba.
Jesús sentenciado a muerte
(Mt. 27.15-31; Lc. 23.13-25; Jn. 18.38-19.16)
6 Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que
pidiesen. 7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de
motín que habían cometido homicidio en una revuelta. 8 Y viniendo la multitud,
comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho. 9 Y Pilato les
respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? 10 Porque
conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes. 11 Mas
los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien
a Barrabás. 12 Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que
haga del que llamáis Rey de los judíos? 13 Y ellos volvieron a dar voces:
¡Crucifícale! 14 Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban
aun más: ¡Crucifícale! 15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a
Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.
16 Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y
convocaron a toda la compañía. 17 Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una
corona tejida de espinas, 18 comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los
judíos! 19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de
rodillas le hacían reverencias. 20 Después de haberle escarnecido, le desnudaron
la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt. 27.32-56; Lc. 23.26-49; Jn. 19.17-30)
21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo,
que venía del campo, a que le llevase la cruz. 22 Y le llevaron a un lugar
llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera. 23 Y le dieron a beber
vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó. 24 Cuando le hubieron crucificado,
repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se
llevaría cada uno. 25 Era la hora tercera cuando le crucificaron. 26 Y el título
escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS. 27 Crucificaron también con él a
dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda. 28 Y se cumplió la
Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos. 29 Y los que pasaban le
injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de
Dios, y en tres días lo reedificas, 30 sálvate a ti mismo, y desciende de la
cruz. 31 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo, se
decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede
salvar. 32 El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos
y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban.
33 Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora
novena. 34 Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi,
¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? 35 Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama
a Elías. 36 Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en
una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle. 37
Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. 38 Entonces el velo del templo se rasgó
en dos, de arriba abajo. 39 Y el centurión que estaba frente a él, viendo que
después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo
de Dios.
40 También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban
María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, 41
quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían; y otras muchas
que habían subido con él a Jerusalén.
Jesús es sepultado
(Mt. 27.57-61; Lc. 23.50-56; Jn. 19.38-42)
42 Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del
día de reposo, 43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también
esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo
de Jesús. 44 Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al
centurión, le preguntó si ya estaba muerto. 45 E informado por el centurión, dio
el cuerpo a José, 46 el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la
sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una
piedra a la entrada del sepulcro. 47 Y María Magdalena y María madre de José
miraban dónde lo ponían.
La resurrección
(Mt. 28.1-10; Lc. 24.1-12; Jn. 20.1-10)
MARCOS 16
1 Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y
Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. 2 Y muy de mañana, el
primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. 3 Pero decían
entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? 4 Pero
cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. 5 Y cuando
entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de
una larga ropa blanca; y se espantaron. 6 Mas él les dijo: No os asustéis;
buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí;
mirad el lugar en donde le pusieron. 7 Pero id, decid a sus discípulos, y a
Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. 8
Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y
espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.
Jesús se aparece a María Magdalena
(Jn. 20.11-18)
9 Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana,
apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.
10 Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes
y llorando. 11 Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella,
no lo creyeron.
Jesús se aparece a dos de sus discípulos
(Lc. 24.13-35)
12 Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo
al campo. 13 Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos
creyeron.
Jesús comisiona a los apóstoles
(Mt. 28.16-20; Lc. 24.36-49; Jn. 20.19-23)
14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y
les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los
que le habían visto resucitado. 15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad
el evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo;
mas el que no creyere, será condenado. 17 Y estas señales seguirán a los que
creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; 18 tomarán
en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre
los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
La ascensión
(Lc. 24.50-53)
19 Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se
sentó a la diestra de Dios. 20 Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes,
ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían.
Amén.